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LA NUEVA RESPONSABILIDAD DEL CEO COMO “GESTOR DE ACTITUDES”

En cada llamada de teléfono, en cada conversación que mantengo a nivel empresarial, el “ruido de fondo” es el mismo: la crisis, preocupación, amenaza…

Es obvio que no podemos cerrar los ojos a la realidad pero si que deberíamos ser conscientes de “las gafas que nos ponemos” ya que, aunque no nos lo hayan enseñado en la Universidad ni en las Escuelas de Negocios, la actitud con la que enfocamos el trabajo, los análisis, las decisiones, van a condicionar de gran manera el resultado.

Está empíricamente demostrado y aceptado que actitudes y estados emocionales “negativos” sesgan los juicios y decisiones, al igual que nuestro lenguaje y comunicación, dando lugar a peores resultados.

Como Directivos tenemos que ser muy conscientes de que debemos utilizar TODAS las herramientas a nuestro alcance para obtener el máximo rendimiento. El objetivo de toda Empresa es, por supuesto, económico y, si es “Empresa” y no “Negocio” su proyección y consolidación a medio y largo plazo.

La función del CEO es, obviamente, utilizar correctamente los recursos de que dispone para tomar las decisiones adecuadas y, a partir de ahí, asegurar que se realicen las actividades necesarias con la máxima eficacia.

Deberemos recordar aquí que la calidad en la realización de una tarea por una persona va a depender de varios factores: por supuesto, de sus conocimientos, sus habilidades y su experiencia (factores “hard”) pero, también, de su actitud y su motivación (factores “soft”) y son estos factores “soft”, en la mayoría de las ocasiones, los que marcan la diferencia, los que distinguen entre el éxito y el fracaso.

Está demostrado que el estado emocional negativo de una persona:
-> Va a generar una disminución del rendimiento y de la calidad de su actividad.
-> Va a generar problemas y conflictos con los compañeros (además de con los amigos y familiares, lo que se realimentará, manteniendo y aumentando ese estado emocional).
-> Altera su humor y su actitud “de base”
-> Genera diversos síntomas, a nivel fisiológico, como fatiga, insomnio, hipertensión… lo que, de nuevo, afectará negativamente en su rendimiento.
-> Favorece enfermedades relacionadas con el sistema inmune, incidiendo directamente en el absentismo.

Dado que la persona no es “una isla” sino que, en mayor o menor medida, va a estar relacionado con sus clientes, este estado emocional negativo también va a representar una serie de amenazas:
-> Efecto “contagio” lo que, obviamente, no establece el clima más idóneo para cualquier negociación o planteamiento comercial.
-> Repercute en la evaluación del servicio recibido.
-> Genera expectativas negativas respecto a próximos contactos.
-> A la larga incide negativamente en la fidelidad de los clientes.

En todo ello, además, hay que tener en cuenta que las emociones tienen efectos acumulativos por lo que, si estas emociones negativas se mantienen en el tiempo, pueden llevar a la persona a la situación de “burn-out” de catastróficas consecuencias tanto para ella como para la Empresa.

Es obvio que la situación de fondo no permite muchas “alegrías” pero, dentro del contexto general, lo que no se puede hacer es no tener en cuenta estos hechos.

El CEO, además de atender a las estrategias Comerciales, Productivas y Financieras, ha de prestar una gran atención a las Actitudes.

Siempre, pero más en estos periodos de Crisis, el CEO ha de ser un verdadero “GESTOR DE ACTITUDES” (empezando por él mismo)

El problema llega cuando nos damos cuenta de que, en todos nuestros estudios, desde los básicos hasta la especialización, desde la Universidad hasta los Masters, el tiempo dedicado a esta disciplina ha sido, cuanto más, muy escaso.

¿Qué hacer entonces? Máxime cuando esta responsabilidad NO ES DELEGABLE y ha de ser algo que ha de emanar de arriba hacia abajo hasta que vaya impregnando toda la organización.

Es Obvio que el CEO ha de dedicar recursos urgentemente a adquirir conocimientos y desarrollar habilidades en esta línea para lo que, desde mi perspectiva, recomiendo apoyo particularizado de profesionales con la adecuada formación, Consultores con amplia experiencia profesional, tanto en la línea y la dirección, como en consultoría, y un perfil multidisciplinar que integre las diferentes visiones: Estratégica, Organizativa, y de Mercado junto con el necesario conocimiento de psicología.

Sólo la integración real de las cuatro áreas podrá aportar un apoyo objetivo, completo y no sesgado a las necesidades del CEO.

En este mundo de “modas” hay que ser cuidadoso con la elección ya que podemos encontrar muchos perfiles parciales e incluso dudosas titulaciones. Se impone un análisis riguroso de aquel profesional en la que vamos a depositar nuestra confianza ya que, de la calidad de la elección va a depender, a medio y largo plazo (cuando no a corto) el futuro de nuestra Empresa y hasta de nuestra salud y nuestro futuro profesional.

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